Mongol Rally. Capítulo 2: PRIMEROS IMPREVISTOS

Des del primer día que salimos hasta nuestra llegada a Praga pasó una semana, una semana de adaptación, una semana de acampadas, de distribución del material…

Refugio en los Dolomitas
Llegamos al refugio

Recuerdo que nos preocupaba estar tantas horas en ese coche, repetíamos canciones y nos dolían los músculos, aunque eso tenía toda la pinta de que sería así durante la mayor parte del viaje. Ilusionados por cualquier situación, amaneceres, atardeceres montando la tienda de campaña, o preparando la cena con la cocinilla, así cruzamos Francia y su hermosa Provenza, llena de flores violetas y amarillas, hasta llegar a los Dolomitas.

Los Dolomitas fue una de las paradas más alucinantes del viaje, esas piedras nos hipnotizaron con su fuerza y realeza. Llovía un poco, pero el tiempo nos dio tregua para subir con una pequeña mochila, un poco de comida y un termo con agua a uno de los refugios más pintorescos y recorrer uno de sus valles.

Sin prisa pero sin pausa avanzábamos hacia Praga con la intención de llegar ese mismo viernes por la noche.

 

Primera lección

Pero tan solo 5 días después de salir de Barcelona, llegó nuestra primera lección. Nos encontrábamos saliendo de Innsbruck rumbo a Múnich, y en medio de un gran puerto de montaña, el coche decidió pararse.

Se rompió una pequeña pieza de plástico que sujeta la palanca de cambios en su sitio, lo que hizo que no pudiéramos pasar de punto muerto. Ni Laura ni yo teníamos la menor idea sobre mecánica y en ese momento nos sentimos muy perdidos y sobretodo desconcertados.

Nunca se nos pasó por la cabeza que pudiéramos romper el coche antes ni siquiera de la salida oficial. Quizás en Mongolia o en Tajikistan o en  cualquier otro sitio, pero no ahí…

Pero que sin sentido ¿verdad?, como si uno pudiera elegir cuando está preparado para afrontar una situación difícil… Ese tipo de situaciones se presentan sin más, de repente, y tienes que lidiar con ellas de la mejor manera posible, intentando encontrar la parte positiva.

Así que no tuvimos otra opción que sacar nuestras sillas de camping, y esperar a la grúa, como si de una situación tranquila se tratase.

 

Volvemos a Innsbruck

Tres horas más tarde llegó la grúa con un chico joven al volante. Lo primero que nos dijo fue: que mala suerte, hoy es viernes y todo cierra a las 12, tendréis que esperar al lunes.

Eso nos complicaba las cosas, no solo porque la salida era el lunes por la mañana, sino porque además mi prima y un amigo ya estaban en Praga para compartir con nosotros ese momento tan especial.

Mongol rally- Taller en Innsbruck
Taller en Innsbruck

Tras pasar por un par de talleres oficiales cerrados, el chico se apiadó de nosotros y buscamos otras alternativas. No creemos que fuera casualidad, que acabáramos en un  taller a las afueras de Innsbruck donde unos chicos rumanos y búlgaros  harían todo cuanto pudieran para arreglarlo. Llegaron las 8 de la tarde y nos sugirieron que nos fuéramos a descansar al hotel y volviéramos al día siguiente a la 13h. Y eso hicimos, con una mezcla de confianza y de incertidumbre  a la vez.

Gracias al seguro del coche, esa noche dormimos en un hotel de 4 estrellas en el centro de la ciudad. Por suerte, Laura tenía un par de amigos ahí, y por si eso fuera poco, esa noche habían conciertos en el casco antiguo. Esa fue sin duda la parte positiva, tomar una cerveza con un par de amigos en una ciudad en la que ni siquiera íbamos a parar.

Tal y como nos habían dicho, al día siguiente volvimos al taller a la 13h. Nos dijeron que ya casi lo tenían. Y dos horas más tardes nos avisaron.

Tras varios intentos buscando la pieza sin éxito, la habían fabricado ellos mismos. Una pieza muy similar a la original, que funcionaba. 

No nos lo podíamos creer, nos encontrábamos de nuevo rumbo a Praga, donde nos esperaban Ana y Sergi y además íbamos a llegar a tiempo a la salida oficial del Rally. 

Solo había pasado una semana y casi nos perdemos la salida. Está claro que a esas alturas no nos podíamos imaginar todo lo que todavía estaba por llegar…

 

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