Mongol Rally. Capítulo 4: TURQUÍA, LA PUERTA DE ENTRADA A ASIA
Turquía es un país con una riqueza cultural, gastronómica y arquitectónica infinita. La primera parada fue Estambul, nos quedamos en casa de mi amiga Yaprak, a quién había conocido en Indonesia un par de años antes, y durante los siguientes cinco días, no utilizamos el coche. Fue momento para sacar las mochilas del maletero, ponernos calzado y ropa cómoda y empezar a andar por toda la ciudad. También fue momento para pasar tiempo con Yaprak y su familia que nos ofrecieron su casa y nos enseñaron sus costumbres. Esa parada larga también fue necesaria para recoger el visado de Irán en el consulado Iraní en Estambul, una auténtica odisea.
“Asla vazgeçme, mucizeler her gün olur” nos dijo una mujer mayor al pasar por un pueblo de Turquía, que traducido quiere decir: “No te rindas. Los milagros ocurren cada día”.
Esos cinco días se hicieron algo largos, sobretodo por estar en una ciudad tan grande, con tanta gente y ruido, echábamos en falta la tranquilidad y la naturaleza.
Por fin, nos pusimos de nuevo en marcha, rumbo a la Capadoccia. No dudamos en pasar la noche en una de sus míticas colinas, aún sin saber si estaba permitido o no, pensamos que lo peor que podría pasar es que alguien nos despertara en medio de la noche y nos obligase a marcharnos. Así que decididos, sacamos la two seconds e instalamos nuestro campamento a tiempo para disfrutar del atardecer.
No fue una de las mejores noches del viaje, pero sí de los mejores amaneceres. Preparamos un té y amanecimos con los globos pasando por encima de nuestra tienda… no podía parar de captar esos momentos con mi cámara.
Largas carreteras con paisajes similares y secos fue lo que nos acompañó durante los siguientes días cruzando Turquía hacia Erzurum, una pequeña ciudad cerca de la frontera con Irán.
NUESTRA SEGUNDA LECCIÓN
Ya a pocos kilómetros de la ciudad, yo iba buscando sitios en el mapa para poder acampar esa noche mientras Laura conducía cuando de repente el coche se paró a tan solo dos kilómetros de Erzurum.
No nos lo podíamos creer, hacía un minuto estábamos hablando de todos los planes que nos esperaban esa tarde y los días posteriores, y en un segundo todo se quedó en una conversación sin sentido que nada tenía que ver con la situación del presente.
Intentamos varias cosas; primero, llamamos a otro equipo para que nos pudieran orientar y al menos poder llegar a un mecánico, pero no conseguimos nada. Tras tocar un poco de todo acabamos llamando a Yaprak, que estaba en Estambul, quien nos envió una grúa y nos hizo de traductora.
LO QUE PASÓ A CONTINUACIÓN PARECE DE BROMA, PERO FUE MUY REAL.
Llegamos a un taller y todavía con el coche encima de la grúa abrimos el capó del coche y se subieron varias personas a mirar y chafardear. Uno de ellos era el mecánico, joven, y fuerte y además parecía simpático. Nos invitaron incontables veces a beber té con azúcar mientras intentaban descubrir porque no arrancaba. De repente, vino el mecánico y lo único que dijo, con el móvil y su traductor en la mano fue: ¡No petrol!. Yo no reaccioné así que él lo repitió unas veces más. Cuando fui consciente de lo que me decía le contesté algo así como: ¡Petrol yes! !Mira el indicador!. Y fue cuando entre risas contestó: ¡Se ha estropeado el indicador!.
Todos se rieron, se rieron mucho y nos miraban como si fuéramos novatos, pero la verdad es que lo éramos, éramos dos novatos haciendo una aventura a motor, pero también fuimos valientes de emprender semejante reto. Nosotros entre risas y desconcierto sacamos un bidón de veinte litros de gasolina que llevábamos en el maletero y ellos, se rieron aún más.
Allí aprendimos a dejarnos fluir cada instante, sin hacer planes ni siquiera a corto plazo, porque todo cambia y la vida puede dar mil vueltas en un solo segundo. Esa noche nos acabaron invitando a cenar todos los mecánicos y dormimos en casa de Ruhi, el jefe del taller. Una historia mágica, de la que estoy agradecido de poder explicaros.
Al día siguiente, desayunamos juntos y tras una emotiva despedida seguimos nuestro viaje hacia Mongolia, pero antes teníamos que llegar a Irán.