Día 6: En el Corazón del Marruecos Auténtico
Aït Hammou – Gorges du Todra (89,6km +1307 -1646)
La mañana comenzó con la despedida de Moha, nuestro anfitrión en Aubergue Gorges de Dades. Con su nueva mochila al hombro y montando una bicicleta de Decathlon que parecía haber vivido más aventuras que yo, nos despidió con una sonrisa genuina. Pero, como buen bereber, no dejó pasar la oportunidad de mostrarnos una colección de pañuelos tradicionales de la región, conocidos tradicionalmente como «tagelmust«. Flo, mi compañero de viaje, eligió uno azul, el color que ha identificado a los bereberes durante siglos.
Los bereberes, también conocidos como los Imazighen (que significa «hombres libres«), son los habitantes originales del norte de África. Su cultura, rica y diversa, se ha mantenido a lo largo de los milenios, resistiendo invasiones y colonizaciones. Son uno de los grupos étnicos más antiguos y distintivos del país. Aunque Marruecos es conocido por su rica herencia árabe, la cultura bereber ha dejado una huella indeleble en la historia, lengua y cultura del país.
Uno de los símbolos más icónicos de la cultura bereber es el pañuelo azul, o «tagelmust«. Tradicionalmente usado por los hombres tuareg, este pañuelo no solo sirve como protección contra el sol y el polvo del desierto, sino que también es un símbolo de estatus y honor. El color azul oscuro, que a menudo se desvanece y tiñe la piel del portador, es emblemático de los tuareg y ha llevado a su apodo, «los hombres azules del desierto«.
Con el pañuelo en mano y convencido de haber conseguido una ganga, Flo y yo continuamos nuestro camino. Sin embargo, al final del día, descubriría que había pagado un poco más de lo que debería.
El trayecto que teníamos por delante era prometedor. Dejamos atrás M’Semrir y nos adentramos en lo que parecía ser el corazón de Marruecos: montañas majestuosas que se mezclaban con paisajes desérticos. En nuestro camino, nos cruzamos con bereberes nómadas, cuyas tiendas de campaña y estilo de vida parecían no haber cambiado en siglos.
Al llegar a Tamtetouch, y sintiendo que aún teníamos energía, decidimos continuar hasta el próximo pueblo. Pero el destino tenía preparada una sorpresa: las Gorges du Todra. Estos cañones, formados por el río Todra a lo largo de millones de años, son una maravilla geológica. Con paredes que se elevan hasta 160 metros, son un testimonio del poder erosivo del agua. Aunque menos conocidas que otras atracciones, su belleza cruda y su tranquilidad las hacen únicas.
La última parte del trayecto la hicimos en la oscuridad, guiados solo por la luz de nuestros frontales. Pero el esfuerzo valió la pena. Al llegar al inicio del cañón, encontramos el hotel «Etoile de Gorges», que nos ofreció refugio y una cena caliente. Exhaustos pero felices, nos dimos cuenta de que aquel había sido, sin duda, el día más maravilloso de nuestro viaje. Y qué día: un total de 89,6 km recorridos, con un desnivel positivo de 1307m y un descenso de 1646m.
Mientras nos acomodábamos en nuestras camas, ya pensábamos en lo que nos depararía el día siguiente. Pronto pasaríamos por Tinghir, una ciudad conocida por su impresionante palmeral y su proximidad a las Gorges du Todra. Aunque solo sería una parada en nuestro camino, su fama como oasis en medio del árido paisaje la precedía. Con cada pedalada, el paisaje prometía transformarse radicalmente. Las montañas y los cañones darían paso a un horizonte más abierto, más árido. Podíamos sentir cómo nos acercábamos al imponente desierto de Merzouga. El aire se tornaría más seco, y las dunas doradas comenzarían a asomarse en la distancia. La verdadera esencia del Sahara nos esperaba, y estábamos más que listos para sumergirnos en su majestuosidad.