MENORCA EN KAYAK 360º: DÍAS 5, 6 ,7 Y 8

DÍA 5

Dejar atrás Cala Morell marcó el inicio de la segunda parte del reto para nosotros. Lo más significativo y motivador era que ya habíamos completado la mitad de la isla. Por otro lado, dejábamos atrás la zona más salvaje y solitaria para adentrarnos a calas repletas de gente, barcos y lanchas alquiladas por turistas, que dificultaban remar a causa del oleaje provocado por éstas. A partir de ese momento todo cambió, incluso nuestra actitud.

Remábamos alertas, esquivando barcos, esperando a que cesaran las olas, era difícil encontrar donde parar y acampar ya que las playas estaban llenas de gente. Debíamos vigilar más lo que dejábamos en el kayak, la libertad del sur era totalmente diferente a la del norte de la isla.

Se nos hizo un poco cuesta arriba llegar a las calas repletas de gente, vigilando y esquivando a personas en el agua y no poder dejar el kayak en la arena por falta de espacio, recuerdo reflexionar sobre esa sensación y decidir evitar espacios masificados. Preferíamos seguir remando hasta otro lugar por muy agotados que estuviéramos. Es cierto que a medida que llegaba la noche todas se quedaban vacías y acampar a esas horas era más sencillo.

Tras dejar atrás Cala Morell llegamos al Faro de Punta Nati y aquellos acantilados abruptos no nos dieron tregua en cinco horas, lo que implicaba no poder parar hasta Playa Cales Piques, un lugar precioso con una entrada larga de agua transparente que se va estrechando a medida que te aproximas a la arena blanca. Agotados por el viento en contra y la marea que tambaleaba el kayak continuamente, nos dimos un buen chapuzón y nos estiramos en la arena a descansar unos minutos antes de ir a caminar y comprar comida para los próximos días. 

No solo las playas habían pasado a estar abarrotadas de gente, también el estilo de los pueblos cambiaron.

Bares y restaurantes para extranjeros adornaban las calles. Nos sentíamos muy desubicados. Nos pusimos en marcha concienciados de que nos quedaba otra buena tirada antes de acabar el día y además teníamos que cruzar el puerto de Ciutadella, frecuentado por grandes barcos. 

No fue fácil encontrar un lugar para acampar, apenas nos acercamos a Cala Santandria y Cala Blanca viendo a lo lejos la cantidad de gente que había, y continuamos remando muy cerca de las rocas buscando un rincón suficientemente amplio como para poder dejar los kayaks. Y lo encontramos en Cala en Bastó, fue genial, dormimos en lo alto del acantilado junto al camí de Cavalls. 

DÍA 6

Un nuevo amanecer frente al mar marcaba el inicio del día. La misma rutina de los últimos cinco días: recoger, desayunar algo ligero, guardar todo en los kayaks y de nuevo al agua.

Un par de horas después cruzamos el Faro d’Artrutx, lo que marcaba el tramo final de nuestra aventura.

Una parada a media mañana en Cala Xoriguer para tomar un esperado café y unas tostadas en un restaurante frente al mar pronosticaban un buen día, marcado por nuestra primera ducha con agua dulce de los últimos seis días. ¡Qué ilusión nos hizo aquello tan simple! Fue totalmente psicológico, porque minutos después volvíamos a estar en el agua con los kayaks, pero esos minutos fueron suficiente. 

Esa zona de la isla está repleta de calas preciosas, algunas llenas pero podías encontrar otras más vacías, donde poder disfrutar de un buen chapuzón.

Pasamos de largo la playa de Bellavista, la cala des Talaier, Cala en Turqueta, Cala Galdana y finalmente paramos en Cala Macarella para refugiarnos del sol de mediodía.

A las seis de la tarde nos volvimos a poner en marcha dispuestos a remar un par de horas más esperando encontrar un buen sitio para pasar la noche, y vaya si lo encontramos: Cala Mitjana. Eran ya las ocho de la tarde y quedaban dos o tres personas en la playa, fue perfecto.

DÍA 7 Y 8

La aventura estaba llegando a su fin, y ya notábamos el cansancio acumulado de tantas horas y días remando, y aunque podríamos haber llegado un día antes, decidimos repartirlo en dos días y remar menos horas. No teníamos prisa, nuestro vuelo de vuelta a casa era en tres días y pensamos que la mejor idea era pasar un día extra acampados en la naturaleza, antes que pasarlo en la capital.

Ese día desde Cala Mitjana continuamos hasta Cala en Porter, y tras relajarnos varias horas, desayunar  y refrescarnos continuamos hasta Cala Binidalí, donde pasamos la noche. Al día siguiente llegamos temprano a Biniancolla, donde dejamos los kayaks para ir paseando por Benibeca, un pueblecito blanco y fresco, lleno de vida y callejuelas estrechas. Por la tarde, remamos hasta Cala Rafalet, donde quedamos con Juliano, un gran amigo brasileño que se encontraba pasando una temporada en S’Algar.

Llegar a Cala rafalet fue muy desconcertante, no aparecía en el mapa y tampoco se veía desde lejos pero Juliano nos había dado instrucciones muy precisas de cómo llegar. Seguimos remando muy cerca del acantilado atentos a cualquier entrada, y pasado un buen rato, ahí estaba, como un pequeño arroyo que se abre camino entre las rocas. Contentos de creer haber llegado al lugar, decidimos adentrarnos y poco a poco se fue estrechando y serpenteando  más y más hasta llegar a una diminuta cala donde apenas cabían dos tiendas de campaña. Nuestro amigo llegaría pasadas un par de horas, así que lo primero que hicimos fue darnos un baño y caminar hasta S’Algar para tomar una muy merecida cerveza.

Más tarde, volvimos a la cala y nos reencontramos con Juliano, esa noche fue muy especial, nos pusimos al día y hablamos durante horas hasta bien entrada la noche.

Al amanecer, tras despedirnos, nos volvimos a poner en marcha para completar el último tramo hasta Es Grau. Fueron apenas tres horas, pero para mí personalmente las más duras de toda la ruta.

Hacía mucho viento en contra, había oleaje y era muy difícil remar en línea recta, avanzar suponía un gran esfuerzo. 

Recuerdo mirar el mapa muy a menudo para ver cuánto quedaba y pensar enfadado, ¡Hasta el último día va a ser complicado! Parecía que no avanzábamos y aquellas últimas horas se me hicieron eternas, pero por fin llegamos a Illots de Sa Cudia, giramos a la izquierda y pudimos ver Es Grau a lo lejos. No me podía creer que estuviéramos a punto de llegar al mismo lugar donde empezamos ocho días antes. 

Llegar a la playa de Es Grau desató muchas emociones, una combinación de euforia, incredulidad por haberlo conseguido y agotamiento.

Este fue nuestro primer reto, completar la vuelta a Menorca en kayak, 216 kilómetros en ocho días. El primero de los retos que nos propusimos, pero ni mucho menos el último. 

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