El Mongol Rally. Capítulo 11: RETO CONSEGUIDO, VOLVEMOS A CASA.
LA LLEGADA A META
Esta canción fue la canción del viaje, Jungle, de Tash Sultana. No solo nos acompañó durante los 5 meses sino que además fue la que seleccionamos para subir al podio en meta. Es una buena idea leer este post con la canción de fondo.
Llegamos a Rusia un 12 de setiembre y nos dirigimos hacia la meta de esa gran aventura. Allí nos esperaban Josh y Luke, que llegaron días antes sin parar demasiado en Mongolia, ya que su coche estaba avisando de su último suspiro.
Se alzaron las banderas y sonaba la canción “Jungle” de Tash Sultana, ya que nos acompañó en muchos momentos del viaje. Subimos a ese escalón, abracé a Laura con fuerza y por fin, sentí haber alcanzado un sueño, un sueño que decidí no posponer. Abrazamos a Josh y Luke, no nos podíamos sentir más agradecidos con ellos, fueron nuestros guardianes y nosotros los suyos, juntos conseguimos cruzar el corredor de Wakhan y superar dos semanas de piedras y agujeros, que nos impedían avanzar. Esa noche en Ulan Ude cenamos juntos y compartimos historias personales, hablamos sobre los motivos que nos llevaron a cada uno de nosotros estar ahí, a elegir esa aventura. Todas aquellas anécdotas que compartimos en aquel restaurante, Marco Polo, quedarán para siempre guardadas en nuestro baúl de los recuerdos.
Tras descansar un par de días en la ciudad y recapacitar mucho sobre el siguiente paso, finalmente decidimos volver, sí, volver. No sabíamos qué pasaría a lo largo del Rally, si el coche aguantaría, o incluso si nosotros sobreviviríamos y aunque a menudo hablábamos de las opciones que teníamos para volver, nunca llegamos a decidirlo, y sin más, nos dejamos llevar en ese momento.
La gran mayoría de los equipos, al llegar a la meta se deshacían del coche y lo enviaban en tren de vuelta a Estonia, un servicio que la organización gestiona. Un par de meses después, una vez el coche había llegado, hay dos opciones: lo vas a buscar y te vuelves a casa con él, o bien va directo al desguace sin que tengas que preocuparte más por él. Nosotros quisimos conservar el Panda que nos había llevado a la otra punta del mundo, y decidimos acabar esta aventura tal y como había empezado, conduciendo hasta casa.
Nos pusimos en marcha para cruzar la Siberia Rusa, 9000 kilómetros prácticamente en línea recta por una carretera de un único carril por sentido en no muy buen estado y repleta de camiones en ambos sentidos hasta Moscú. Por esas zonas hacía frío, por las noches las temperaturas llegaron a menos cero, y fue cuando fuimos conscientes de la importancia y la libertad que aporta llevar un buen saco de dormir, en nuestro caso elegimos el Makalu III de Simond (Decathlon). Como sabíamos que una de las opciones sería volver en coche, añadimos a nuestro equipaje ropa de abrigo por lo que pudiera pasar. Nos vestimos de invierno, guantes, gorro, zapatos cerrados, térmicas y chaquetón. Los días pasaban, eran eternos y pesados, la siberia rusa es bonita pero nos llevó nueve días llegar a Moscú. Una vez en Moscú, aparcamos el coche durante cinco días y decidimos emprender largas andadas por la ciudad y empezar a hacer deporte. Cada día hacíamos deporte de una manera diferente y así empezar a reactivar la musculatura, que durante tantos meses apenas habíamos activado. Otras de las cosas que más hicimos en Moscú fue buscar cafeterías de esas que invitan a entrar, y hacíamos largos cafés hablando de cualquier cosa, y es que esa aventura nos daría temas de conversación para el resto de nuestras vidas.
Han pasado ya unos meses desde que volvimos a casa, y aunque cruzar siberia fue duro, mirar atrás y haber visitado tantas ciudades de esa zona remota merece la pena. Paramos en las siguientes ciudades rusas: Ulan Ude, Irkutsk, Krasnoyarsk, Novosibirsk, Omsk, Tyumen, Perm y Kazán, además de Moscú y San Petersburgo.
LA MAGIA DE DEJARSE LLEVAR
En Moscú se nos plantearon de nuevo diferentes opciones para llegar a Barcelona. La primera, la más directa y rápida era desviarnos hacia Letonia para rápidamente llegar a Alemania y continuar hasta Barcelona. La segunda opción era conducir dirección sur hacia Ucrania para después cruzar Eslovaquia, Austria…Y la tercera opción y la que más nos entusiasmaba, pero la más larga y cara de las tres era dirigirnos hacia el norte, cruzar Finlandia, de sur a norte y pasar a Noruega, y desde allí llegar hasta el punto más septentrional de Europa, Nordkapp.
Una vez en ese punto, ir bajando por los fiordos noruegos dirección Oslo para cruzar a Dinamarca. Y como esta aventura iba de dejarse llevar, nos dejamos llevar por nuestro instinto más natural. Dejamos Moscú para llegar a Sant Petersburgo ocho horas más tarde, donde a través de Couachsurfing conocimos a Vasily, un matemático epidemiólogo, que sabía español y nos alojó en su casa un par de noches. Al tercer día, en apenas cuatro horas llegamos a Helsinki, por fin, habíamos llegado a Europa, por un momento, tuvimos la sensación de estar más cerca de casa.
En Finlandia y Noruega existe una ley llamada “Everyman’s right”, también llamada «Freedom to roam» que concede el derecho de disfrutar de la naturaleza a cualquier persona, incluso de los terrenos privados, aunque siempre dentro de unos límites, por ejemplo acampando al menos a 50 metros de la casa más cercana y por un periodo máximo de 48 horas. Y así lo hicimos, acampamos 22 días por toda Finlandia y Noruega, todo un espectáculo.
