Crater de gas Turkmenistan

Mongol Rally. Capítulo 6: TURKMENISTÁN, EL CRÁTER DEL DESIERTO KARAKUM Y UZBEKISTÁN

Por fin, llegamos al primer “istán” de los cinco que nos esperaban. A pocos kilómetros de la frontera nos reencontramos con Josh y Luke para seguir el viaje juntos. Volver a vernos nos llenó de energía, apenas habíamos estado 24h juntos en Irán, pero conectamos desde el primer momento, así que decidimos ir fluyendo con ellos. 

Y allí estábamos de nuevo, en otra frontera, pero esta vez, no era una frontera cualquiera. Turkmenistán es un país muy rico y tremendamente hermético que apenas concede visados a turistas. Cuatro meses antes todos los participantes del Rally presentamos conjuntamente una solicitud para poder acceder con un visado de tránsito de cinco días. Cruzar fronteras en coche llevaba tiempo, y esta vez fueron seis largas horas. Las montañas fronterizas entre Irán y Turkmenistán dieron paso a una gran planicie que se extiende por todo el país, el desierto de Karakum, cuyo significado es “arena negra”.

Tras descender de las montañas, llegamos a la capital, Ashgabat. Recordaré siempre esa ciudad, vestida de mármol blanco, grandes avenidas fantasmas y hoteles de lujo, donde además están prohibidos los coches negros y te pueden multar si tu vehículo está sucio. Nada debe hacer sombra a esa ciudad impoluta que respira la grandeza de un país exportador de gas.

Nuestro paso por Ashgabat fue rapido, sobretodo porque en la aduana nos advirtieron que no estaba permitido hacer fotos a la ciudad, así que directamente fuimos a  un mercadillo para comprar productos frescos y rápidamente nos adentramos en el desierto. Nos dirigimos hacia la única atracción turística del país: el cráter de gas de Darvaza, un cráter que lleva más de cincuenta años en llamas.  Las avenidas impolutas de la capital dejaron paso a una carretera repleta de agujeros a través del desierto, y tras dos horas conduciendo tratando de esquivar tantos como podíamos, un personaje peculiar subido en una moto nos indicó el desvío que llevaba al cráter, nos pareció extraño que ese hombre estuviera ahí, avanzamos bien atentos por lo que pudiera pasar. 

Una vez en el desvío ya no nos tuvimos que preocupar por los agujeros, porque ya no había carretera, solo arena. Avanzamos junto a dos coches más, hasta llegar a un punto donde había mucha arena acumulada. A lo lejos se podía ver una docena de gente local estirados en la duna mirando como pasábamos por allí. “Voilà”, no estaban allí por casualidad, sino porque prácticamente todos los coches se quedaban atascados, incluidos el nuestro, y ahí estaban ellos dispuestos a ayudarte a sacar el coche a cambio de algunos dólares. Nosotros les dimos un paquete de tabaco que ya habíamos comprado para este tipo de situaciones, y que nos iría muy bien más adelante como sobornos.

Llegaron más coches del rally y una vez cruzamos todos, nos dirigimos en convoy hasta el cráter. Ese tramo fue de los más emocionantes del viaje, adelantándonos los unos a los otros, gritando eufóricos de alegría, por estar ahí, por haber escogido vivir esa experiencia. 

Esa noche fue mágica, era como un punto de reunión de todos los participantes del rally, ya que la mayoría debíamos pasar por ahí para seguir el camino hacia Mongolia. La sensación de estar en medio de la nada, cerca de un agujero con fuego, que no se apagó en toda la noche, con esa olor a desierto, a tierra… se quedará grabada en nuestros olfatos para siempre.

EL SEGUNDO ISTÁN

Al día siguiente, nos pusimos de nuevo en marcha, aún teníamos que cruzar la mitad del país hasta la siguiente frontera, Uzbekistán. Fue un paso de frontera fugaz puesto que al contrario que Turkmenistán, como estrategia para atraer al turismo, el visado se tramita online.

Nos adentramos en un país tan diferente…pasamos de una carretera con agujeros, a un camino de tierra y piedras, pero con mucha más esencia. Niños jugando en los márgenes de las carreteras, gente paseando tranquilamente… Sabíamos que ese país atesoraba todavía la magia de los grandes mitos, Khiva, Bukhara, Samarcanda… sus puertas las atravesaron caravanas cargadas con objetos, riquezas, ideas y creencias, que fluyeron entre China y el mediterráneo a lo largo de los siglos. 

En Uzbekistán hicimos tres paradas: Khiva, Bukhara y finalmente la gran esperada Samarcanda, que luce impoluta y totalmente restaurada. Fue un buen momento para coger fuerzas, recorrer las calles de las ciudades y fotografiarlas, ya que un vez llegados a Samarcanda, pues después llegaría Tayikistán y la Carretera del Pamir, famosa por sus acantilados, sabíamos que volveríamos a afrontar situaciones complicadas, eso sí, en compañía de nuestros amigos Luke y Josh. 

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